martes, 6 de marzo de 2012

Abreme

Amaneció el sol tras la noche fria de las ansias pasionales de un recuerdo, aquella misma noche en que me plante frente al portal donde se esconden mis miedos, donde algo tremendamente más poderoso a mi propio ser yacia, donde ese algo desconocía repentinamente mi persona.
En símbolo de rebeldía frente a la quietud que el terror provocaba en mi cuerpo giré la muñeca y empujé aquella puerta metálica, fría e inerte.
Aquel cubículo donde se encontraba la inquietud de mis días no hacia mas que ascender, en un balanceo casi hipnotico, con un ligero traqueteo que hacia rebotar contra sus paredes mi corazón taquicardico. Y, de repente me encontre frente a las puertas de la desesperación, aún sin llamar a ellas, inmóvil, ahogando las ganas de echar abajo la distancia que separa los días y, con ellos las semanas, lo meses...
A tres palmos de la entrada me di media vuelta, al no tener nunca la llave aquella puerta siempre quedó cerrada y por mucho que llamara a ella mis llamadas nunca las oiras del todo altas, del todo claras...