lunes, 24 de diciembre de 2012

Arritmia corta. Parte 1.

No sueña, ha perdido un sinfín de oportunidades que ha materializado en autodestrucción, ha ido envenenándome por dentro llegando a los límites de lo cuerdo, donde la realidad se distorsiona y se me cuela entre las manos, como las lágrimas que os dedico. Fuentes saladas que me deshidratan y me hacen caer, que hacen que pierda algo de vida, que alimentan el sustrato triste que conforma mi delirio y que bañan el piso sobre el que se encuentra algún resto perdido de lo que fuí, no han hecho más que extraer mis días y convertirlos en este caos informe donde tus sueños son mis madrugadas y tus mañanas mis noches, donde tus madrugones son mis magdalenas, nuestros recuerdos, tus reproches, y para mí mis duermevelas, donde tu cama no conforta y mi almohada no me soporta, donde perdí esa esencia tonta y no me encuentro, y ni te importa...

viernes, 14 de diciembre de 2012

Quizá...

Las hojas acolchan las penas que se desprenden de entre mis trapos, cada vez más abundantes, trapos que intentan tapar el frio invierno y alguna que otra intención desperdigada e imposible, que envuelven las ruinas andantes que me forman, que enmascaran una vida perdida.
Las cabezas hibernan en esta época del año, al igual que las almas, que pierden su identidad una vez más, que te han perdido una vez más. El miedo a la pérdida y la desilusión invaden de nuevo las luces nocturnas, decoradas de forma repulsiva, en la festividad de los falso, en el festival de gestos vacíos, de miradas envidiosas.
En cada espejo no hay reflejo que te guarde, no hay transporte que te acerque y, una vez más no estás aquí y dudo mucho que lo estés, yo mismo te he arrancado de mis entrañas.
Me asfixio, debo tomar aire.
No sé si lees esto, no sé si alguna vez lo leerás, quiza nunca sea demasiado bueno y, por ello, esto tampoco lo es, quiza tu eras mi vida, quiza yo nunca fui la tuya, quiza no te quiera, quiza sea mentira...

domingo, 9 de diciembre de 2012

Frío

Cada bocanada de aire despeina mis ideas, dispersa mi conocimiento y enfría por momentos mi cerebro, congela mis fibras y me ancla en los charcos, llenos de aceite de coche, los mismos que me empapan y me inundan. Mi cuerpo continúa andando, pero no por ello mi alma lo hace conjuntamente, un alma que vaga entre las luces de tungsteno que bañan la ciudad y que, con la limosna que amasa, no le da para encontrarse en un nuevo ser, para recuperar el aliento que fue arrancado por las infames palabras de vacíos ignorantes, víctimas de su verborrea repugnante y de un sino un tanto triste, sin vida propia y que, por ello, vende las ruinas de algo que nunca tuvo cimientos, que nunca pudo tenerlos, que nunca dejarán que los tenga.
Se difumina una figura entre una neblina incierta, donde el espacio y el tiempo no se encuentran, tu y yo tampoco, es más esa figura se asemeja a ti, te rodean una serie de influencias que te comen, de palabras que te convencen, de hechos que te alejan de ti.
Lo han conseguido, me han devuelto al olvido, a la desesperación, a la pérdida...

domingo, 2 de diciembre de 2012

Una mentira y un adiós...

Mis pies cuelgan amoratados debido a la falta de calor que provoca la escasez de riego sanguíneo, mis rodillas se hayan dislocadas debido a no poder soportar el peso muerto de mis dos pies, a su vez éstas están sangrando fruto del desgarro del tejido por culpa de la egoísta gravedad, las caderas están a punto de soltarse y, en el momento en que eso suceda, pasare a ser un saco inerte de huesos, un pedazo de carne que cuelga fruto de la tristeza, del sin vivir que supone no tenerte, de perderte una vez más, una vez más para siempre, para siempre.
Mi cuerpo colgaba amoratado pero tranquilo, entre el olor pútrido que desprendían mis entrañas bailaban un par de moscas que se habían colado por la rendija que chorreaba aceite y suciedad, mis pies casi ya tocaban el suelo, la dislocación de todas mis extremidades era plena y, tarde o temprano, los tejidos acabarían pendiendo de un jirón y, posteriormente, se desprenderían mis piernas del tronco y caería, al fin caería y mis piernas serían pasto de las ratas y alimañas que habitaban aquel almacén abandonado, donde un cuerpo desconocido estaba siendo descompuesto en la más remota soledad, sus ojos, desorbitados por la presión de la soga, dirigían una mirada grotesca a las baldosas del habitáculo, hundido en la putrefacción y la neblina propia de la muerte, frente a ese amasijo informe que pendía de una soga atada a la viga central de la habitación se encontraba un espejo, y al otro lado tu, de espaldas, con los ojos clavados en la nuca, observando la opera prima de la que eres artífice. Tras un chasquido crudo y frío, un chasquido capaz de reventar un tímpano de horror, capaz de cortar la densa atmósfera que se había creado allí,mi mitad se separó de mi, mis piernas cayeron al fin y se produjo una explosión de sensaciones que reventó sin esfuerzo el cristal, tu imagen permanece intacta al otro lado de la pared, la onda expansiva casi ni despeina tu desdén, arropado por tu gran equivocación, por la sarta de palabras que te confunden y me acusan de un crimen cuya responsable, únicamente, se encuentra al otro lado del espejo, arrepintiéndose de sus palabras, mirando sin querer algo que para ella no vale más que una mentira, una mentira y un adiós...