viernes, 8 de febrero de 2013

Arritmia corta (Parte 2)

Mi aliento empaña el cristal que da lugar al interior del portal, mi sudadera, pesada y empapada, es el lastre que me toca llevar esta noche, uno de ellos. A tientas subo las escaleras que me sumergen de nuevo en lo real, esperando encontrarte en el rellano, tercer piso, puerta izquierda, mi mirada perdida no repara en dejarse llevar por los hologramas propios de esta noche, hologramas formados por las alargadas sombras que dibujan como puñaladas las figuras que me acusan, que me inundan con palabras que matan. Harto de esperar, el perchero del vestíbulo se lamenta en voz baja, ha decidido hacerlo hasta que encuentre una razón que lo lleve a frenar sus impulsos depresivos, que lo lleve a limar su astillado corazón, mientras, mi cuerpo se arrastra perdido en lo veraz, en lo palpable, en la densidad pegajosa de lo triste y lo gris, avanzando desde el vestíbulo a la habitación pasando por alguna que otra habitación anexa e irrelevante, hay cierto aroma cárnico en todo ello, como si de un tunel formado por la más pútrida casquería se tratase. Segunda puerta a la derecha, la luz del crepúsculo se cierne traicionera sobre las pálidas sábanas, que aguardan malos presagios entre los claroscuros propios de los pliegues, algo malo aguarda entre tan confortable y mágico lugar, me deshago de mis lastres, también de mi sudadera, pero solo por esta noche, no me gustaría pasar frío en más ocasiones posteriores a hoy.
Ya desnudo, mi cuerpo se deforma a merced de los estupefacientes, mis manos tiemblan y mi cuerpo suda hasta empapar gran parte del suelo de la habitación, como un hielo que se aferra a un clavo ardiendo, desorientado, confuso acerca de su condición uniformemente inestable.

Caigo muerto.

La cama se hunde victima de la pesada tristeza que me rodea, duermo, al fin.
Mi cabeza lanza una flecha atada a una cuerda que impacta en el muro de los sueños y se clava, poniendome en conexion directa con ellos, mi mismo cuerpo desnudo se convierte en el funambulista que, torpe, trata de conocer cada uno de los rincones del muro y, tonto de él, en el trayecto echa la vista a un lado y te ve, y tu no miras, y tu sonrisa huele al olvido que va cavando mi tumba, mi tumba que es tu cama, en tu misma cama, en la penumbra, este triste loco se acostumbra a apagar esa llama que ya ni te calienta, ni te quema , ni te alumbra...