sábado, 12 de julio de 2014

Declaración de intenciones

Un coro que avanza tras de mí con la fuerza de un huracán obligado a permanecer dentro de una batidora encendida, unas voces tan feroces que sus aullidos, tan caprichosos y chirriantes, provocan una delicia sinfónica en aquellos no aptos para oír, que poseen la suerte de no descubrir semejantes absurdeces y viven ajenos al cutre circo  en que se ha convertido esta ciudad. Bañadas en oro las excelencias de cada casa, las grandes almendras del vulgo, pertrechados con sus mejores armas, ocultas tras sus galantes ropajes, vestidos para el gran baile de sus vidas, para su momento, para danzar al son de la ignorancia y la malicia, al son de la mentira y la traición. Vendidos al primer postor que pague bien sus falacias, mercenarios de lo ajeno, envidiosos de lo propio, se balancean como tristes monos en una liana a la espera del primer plátano que se los arrime, revolotean como moscas esperando una buena mierda en la que meter sus trompas, ojalá fuesen tan sutiles...
Hay latidos que no importan, mañanas sin compañía y muchas, pero que muchas, telenovelas que no han pasado ni de su capitulo piloto, hay manos con trabajo acumulado, algún que otro ojo vago y labios que no pasan ni del tercio de beso, pero todo eso no es más que paja. Están las letras, cada vez más preparadas para clavarse, algo tan perenne como firmar un pacto con el diablo en una hoja de alcornoque plantado en mitad de un cruce de caminos, afiladas como para atravesarte cien mil veces y otras cien mil a tu amig@.
Este tiempo en blanco no ha sido en vano y las palabras se han endurecido un poquito, tan pétreas y firmes que me pesan de más, no ha sido casualidad que estos textos vayan quedándose archivados y perduren, como pequeñas heridas sangrantes de lo que soy, sin vergüenza alguna de mostrarlas, si bien poco explicitas, pero efectivas al remitente, no es casualidad que te pille de vez en cuando leyéndome, porque al fin y al cabo, los que me conocen, que son muy pocos, saben que nunca me voy del todo, saben que a veces soy una versión antigua que no quiere actualizarse y vivir en el 2.0 de la vida en sociedad, pero saben también que por ellos puedo serlo unos segundos.
Os pido que no os calléis jamás, que me encanta ver como engrosáis y os alimentáis con alguna que otra andanza de mi propio personaje en esta novela de caballería de mercadillo, en la que cada cuatro días os empeñáis en manchar una página más con vuestra verborrea llana, capaz de convenceros de que ensalzaréis la vuestra propia en algún momento, viviendo en el error de los ineptos, ajenos a vuestra propia carencia. Seguid creando en vuestras historias este perfil de malvado de película de terror de serie B porque me encanta, he debido empeñarme en ser el malvado de película de terror de serie B más grandioso de todos los tiempos. Llamadme egoísta.


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