Sorteando las dudas y los miedos esta noche voy a enfrentarme conmigo mismo, con el único propósito masoquista de causarme dolor hasta que me sangren las palabras, hasta que no quede ni mi alma en pie, voy a dejar las cartas sobre la mesa, no para mostrarlas sino para levantarme de una vez del juego macabro en el que me encontraba sentado. Me está escociendo la idea de no volverte a ver, de no poder verte sino es a más de tres pasos, de no cruzarme contigo como se cruzan tus piernas discretas en el banco de la parada del metro, de no poder encontrarme de nuevo con la chispa abrupta que centellea en el doble ventanal que salvaguarda tu mirada, duele, y mucho, ver la pasividad de tus pasos sobre las calles en que grabé, como si de una instantánea se tratase, aquellas raciones individuales de ti, tu pulso acelerado y tu flequillo inquieto, las mangas de tu sudadera y todos y cada uno de los bocetos de vida absurdos que planeamos.
No hay rincón que no te nombre, ni espacio que comprenda la inmensidad que aquello ocupaba, inmensidad convertida en distancia, en ecos, en polvo, no hay manzana prohibida que te iguale, ni tonto que me iguale a mi en tu búsqueda, no hay más cuerda para que te ates, ni gota de agua más mojada que mis manos.
Enumero los pasos que llevan a tu casa, donde una lluviosa noche colgamos nuestros corazones a secar como si de calcetines húmedos se tratasen, ahora ni tu casa, ni la brisa más cortante podrán secar el mío, ni te volverás a poner nerviosa si el motor de aquel coche se encapricha y deja de arrancar como antaño, ni temblarás de aquella forma todas y cada una de las veces que alguien acaricie tu espalda con la delicadeza que mis manos ponían en tocar algo tan frágil, tan querido, no volverás a pedir con aquella timidez que se envuelvan un par de brazos en tu cuerpo o, al menos, para nadie significará lo que significo para mí, aquel gilipollas que persiguió y persigue algo que no le corresponde, que aún sigue helado desde la ultima visita que le hicieron tus ojos, que no te ve más que en una foto de carnet que un día le regalaste, donde colocaste una parte de ti, que, por pequeña que sea queda imborrable, ya no hay esperas, supongo que debo quedarme de pie, aguantando como una y otra vez das un paso más y te difuminas con el horizonte, el horizonte, un precioso sitio para un precioso sol como tú...
Buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario