Mis pies cuelgan amoratados debido a la falta de calor que provoca la escasez de riego sanguíneo, mis rodillas se hayan dislocadas debido a no poder soportar el peso muerto de mis dos pies, a su vez éstas están sangrando fruto del desgarro del tejido por culpa de la egoísta gravedad, las caderas están a punto de soltarse y, en el momento en que eso suceda, pasare a ser un saco inerte de huesos, un pedazo de carne que cuelga fruto de la tristeza, del sin vivir que supone no tenerte, de perderte una vez más, una vez más para siempre, para siempre.
Mi cuerpo colgaba amoratado pero tranquilo, entre el olor pútrido que desprendían mis entrañas bailaban un par de moscas que se habían colado por la rendija que chorreaba aceite y suciedad, mis pies casi ya tocaban el suelo, la dislocación de todas mis extremidades era plena y, tarde o temprano, los tejidos acabarían pendiendo de un jirón y, posteriormente, se desprenderían mis piernas del tronco y caería, al fin caería y mis piernas serían pasto de las ratas y alimañas que habitaban aquel almacén abandonado, donde un cuerpo desconocido estaba siendo descompuesto en la más remota soledad, sus ojos, desorbitados por la presión de la soga, dirigían una mirada grotesca a las baldosas del habitáculo, hundido en la putrefacción y la neblina propia de la muerte, frente a ese amasijo informe que pendía de una soga atada a la viga central de la habitación se encontraba un espejo, y al otro lado tu, de espaldas, con los ojos clavados en la nuca, observando la opera prima de la que eres artífice. Tras un chasquido crudo y frío, un chasquido capaz de reventar un tímpano de horror, capaz de cortar la densa atmósfera que se había creado allí,mi mitad se separó de mi, mis piernas cayeron al fin y se produjo una explosión de sensaciones que reventó sin esfuerzo el cristal, tu imagen permanece intacta al otro lado de la pared, la onda expansiva casi ni despeina tu desdén, arropado por tu gran equivocación, por la sarta de palabras que te confunden y me acusan de un crimen cuya responsable, únicamente, se encuentra al otro lado del espejo, arrepintiéndose de sus palabras, mirando sin querer algo que para ella no vale más que una mentira, una mentira y un adiós...
Muy bueno amigo.
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